Me encuentro en mi habitación tratando de descansar un poco pero, como me dejaron mucha tarea, no puedo quedarme acostada más tiempo. Tengo que lidiar con muchos problemas y siento que no encuentro solución para todos ellos.
Los días que mi mamá estuvo hospitalizada me parecieron muy largos: tuve que pedir permiso para faltar al trabajo porque iba a visitar a mi mamá. Cuando por fin la dieron de alta, me sentí más tranquila al ver que estaba fuera de peligro. Ya se encuentra en casa y sólo tiene que descansar por una semanas.
Apenas resolví un problemas y enseguida viene otro: mi abuela paterna quiere desalojarnos de la casa donde vivimos. Según ella, mi mamá y yo no tenemos derecho a seguir ahí. Mi padre no vive con nosotras. No me quedó más remedio que hablarle a mi papá y decirle lo que estaba pasando. No me gustó hablar con él pero tuve que hacerlo. Mi abuela solo le hace caso a su hijo y por eso confió en que él pueda solucionarlo. Hasta entonces, sólo puedo seguir cuidando de mi mamá.
Estos días siguen siendo muy agobiantes porque, con el trabajo y la escuela, casi siempre tengo sueño. Todo el tiempo me siento cansada y mi madre depende de mí, pero lo peor de todo son los chismes que inventa mi abuela... ¡Odio que nos haga esto! ¡La odio a ella! ¿Cuándo dejara de criticarnos? ¡Quiero que nos deje vivir en paz!
Suena el teléfono y, como mi madre está dormida, me levanto de la cama y contesto en la sala: es mi papá. Dice que ya hablo con mi abuela y que ella nos dejara tranquilas. Parece que él ya lo solucionó. Pienso decirle ¡Vaya! Hasta qué haces algo... Pero solo digo: Gracias, papá. Y cuelgo el teléfono sin despedirme. Hay veces que ya no quisiera tener contacto con el porque no merece que lo llamé padre. Nunca se hizo responsable de mí y aún así, mi mamá me pide que lo respete y lo llame papá. Para mí es aquel señor. Vuelvo a mi habitación pensando en que tengo un problema menos...
Últimamente me he sentido mal. Tal vez sea el estrés y el sueño. No quiero enfermarme. ¡No en estos momentos! ¡Tengo mucho que hacer y ya se acercan los exámenes! Hay noches en la que no duermo y, aún más que nunca, debo de seguir estudiando y trabajando.
Me he concentrado tanto en mis deberes y en cuidar a mi mamá, que no he visto a Israel. El único contacto que tenemos es por teléfono y mensajes de texto. Sabe muy bien como me siento y se preocupa por mí, pero su trabajo le impide venir a vernos -también esta preocupado por la salud de mi mamá-. Aunque sus llamadas son cortas, él alegra mi vida con sus palabras de amor. Siempre me dice ¡Te amo! Solo espero que me vaya bien en los exámenes y que todo este tormento acabe pronto.
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